De la magia a la acción

De la magia a la acción

Es propio de nuestra cultura ilusionarnos con que un milagro o una fuerza sobrenatural resuelva nuestros problemas; por ejemplo, soñamos con ganar la lotería para resolver nuestros problemas económicos o esperamos que una pócima mágica cure cualquier enfermedad. Es justo esa necesidad de buscar soluciones o mesías mágicos, la flaqueza que aprovechan los estafadores y vendedores de ilusiones, quienes, al final, suelen traer más pobreza, enfermedad y desesperanza.

¿A qué se debe esa necesidad de resolver los problemas con soluciones mágicas e inexplicables? Hay muchas posibles razones: bajo nivel cultural de la sociedad, pobre o sesgada formación académica, un modelo religioso que minimiza la fe a esperar milagros y no a construir nuevas maneras de relacionamiento; quizás, tal vez, se debe a nuestra pereza y falta de compromiso en las soluciones, por lo que siempre se busca el camino más corto y el de menos sacrificios.

Como sociedad, es increíble que esta pandemia no nos haya cambiado; en lugar de cuidarnos usando el tapabocas, con el distanciamiento y evitando las aglomeraciones, las creencias populares privilegian las infusiones milagrosas o se esgrime solo la fe de un Dios que nos cuida, mientras nosotros no lo hacemos. Pese a ver morir a pobres o ricos, propios o extraños, jóvenes o mayores, la indolencia es la constante. Somos incapaces de reconocer que la solución no es mágica, sino que exige un verdadero cambio en el interior de cada uno.

Si nos centramos más en la responsabilidad, en el autocuidado y en tomar consciencia de nuestra fragilidad (así como en la poderosa capacidad de la naturaleza humana), dejaremos de atribuir nuestras desgracias a otros y empezaremos a construir cadenas de vida, lo que refleja mucho mejor el verdadero sentido de una fe en un Dios de vida.

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