El camino de Emaús (T2:E1)
La tristeza de la muerte
En la primera temporada del recorrido del pasaje de Emaús, detallamos a dos seguidores de Cristo que salieron de Jerusalén y se dirigían a un lugar llamado Emaús; sin embargo, lo relevante de la situación es analizar la motivación de su viaje y el estado emocional que los describe, pues se retrata a dos hombres tristes y decepcionados con lo ocurrido en los últimos tres días.
Al releer esa temporada (lo cual recomiendo) nos podemos identificar fácilmente con los caminantes, pues han sido varias las etapas de nuestra vida en las que realmente creemos que ser seguidores de Jesús y, sin saber por qué, nos alejamos, perdiendo la esperanza y el gozo de sentirnos amados.
En el relato, llama la atención el rol que cumple Jesús hasta ese momento, pues se acerca como un caminante más y entabla un diálogo cercano y humano, demostrando que quiere escuchar honestamente las razones de la tristeza y el desplazamiento de los dos discípulos. Aquí debemos recordar que el propio Jesús resucitado camina a nuestro lado a cada instante, esperando que entremos en relación con él a través de la oración. El Salvador quiere mantener con nosotros conversaciones abiertas, sinceras y profundas, en las que podamos participarle nuestras angustias y decepciones; de lo único que debemos estar seguros, como sucedió en el camino de Emaús, es que él nos escuchará atentamente.
Ya hemos recorrido los versículos del 13 al 19 y recordemos que el pasaje nos debe llevar hasta el versículo 35 del capítulo 24 del evangelio de Lucas. Hoy iniciamos la nueva temporada de reflexiones de este hermoso relato con el versículo 20, en el cual los hombres continúan respondiendo a la pregunta que Jesús planteó al iniciar el versículo 19.
“como nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron” (Lc. 24,20)
En ese momento se aclara la razón de la tristeza de los caminantes, pues su líder fue condenado a muerte y fue crucificado; si bien habían escuchado decir de algunas mujeres y otros discípulos que su maestro había resucitado, ellos no dieron crédito a tales relatos, sino que seguían atormentados con el hecho de la condena y la muerte de Jesús; sin duda, el tema de la resurrección no parecía tener ninguna relevancia para ellos en ese momento.
Surge una pregunta: ¿qué importancia tiene para nosotros la resurrección de Cristo? Si nos sucede lo mismo que a los hombres del camino de Emaús, también podemos caer fácilmente en estados de decepción, abandono o alejamiento de Dios. Quien pierde la fe y decide rechazar el misterio de Cristo, sin duda refleja que no ha entendido el misterio de la resurrección, sino que está aferrado a la historia de un Dios-Hombre que fue muerto y crucificado.

En la frase de los discípulos hay un hecho muy significativo: ellos reconocen de alguna forma que todos hemos sido causantes de la muerte de Jesús: “nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron”; es decir, con sus palabras nos ayudan a reconocer que también nosotros somos responsables de la muerte de Cristo, pues quienes lo sentencian (o sea, “nuestros líderes”) nos representan y a través de ellos nosotros también actuamos. Hoy seguramente podemos encontrar en algunos de nuestros líderes (los mismos a quienes elegimos e incluso aclamamos casi como dioses) que con sus iniciativas y capacidad de influir condenan nuestra fe, crucificando de nuevo y condenando en forma repetida a Cristo, lo que vuelve a llevarnos a un estado de frustración, tristeza y desencanto de Dios.
No se trata de consolarnos responsabilizando solo a nuestros líderes, sino hay que ver en el actuar de ellos las consecuencias de nuestras decisiones, esto es el resultado de la idolatría y las secuelas de adorar a los hombres; sí, por todo ello también somos cómplices de matar a Dios en nuestra vida.
Hoy hemos descubierto a fondo la razón de la tristeza y del exilio de nuestros caminantes, con ello también nos reconocemos perdidos, confundidos y necesitados de compasión y guía; la fragilidad y confusión de los discípulos también es la nuestra, pues con regularidad huimos de Cristo y seguimos a los hombres, llenando nuestra vida de sinsentido y despropósito.
¿Consideras que ya desenredamos el nudo de la historia? Es decir, ¿Crees que ya conocemos plenamente la razón del desplazamiento voluntario de los hombres? Esto lo responderemos en los siguientes capítulos de la segunda temporada de esta serie de reflexiones sobre el pasaje del Camino de Emaús (Lc. 24, 13-35).
Para terminar, quiero invitarte a leer los episodios de la primera temporada e invitar a otros a que también lo hagan. Esteré atento a resolver cualquier observación o aporte en la sección de comentarios de este blog. Dios los bendiga.